El dado de la ley

Lanzó el Dado, consultó el diccionario y anunció: “En la frase ‘Cuando veas smurks en el granero, comerás el grano en una fiesta’, ‘comerás’ pasará a ser ‘tirarás’. El Dado ha hablado”.

Los presentes se estremecieron. El banquete del smurk llevaba siglos celebrándose. La tradición decía que el dios Tikón seleccionaba aquel día a los virtuosos. Al día siguiente, los pecadores despertaban entre dolores. Muchos morían.

Volvió a lanzar y, en ‘La pena por mencionar a Tikón en vano será un latigazo’, ‘latigazo’ quedó sustituido por ‘abrazo’. Los presentes exclamaron sorprendidos. Algunos corearon a Tikón y se abrazaron.

Todos recordamos cuando, tiempo atrás, el Dado sustituyó, en ‘Cultivarás la tierra con tus manos’, ‘manos’ por ‘pies’. Hubo hambruna, muchos murieron. Conforme a la ley, los colonos de pueblos cercanos reemplazaron a los caídos y adoptamos parte de sus leyes. Así recuperamos la frase original, que ellos no habían cambiado, y también otras suyas cambiadas. De eso hacía mucho.

Conforme a la nueva ley, no comimos el grano al ver al smurk. Tras los banquetes smurk de los pueblos vecinos, nuestros colonos sustituyeron a sus caídos y exportaron nuestras leyes. Años después, toda la región tiraba el grano al ver al smurk.

Siglos después, la racionalidad sustituyó al Dado. Los pueblos crearon leyes razonando. Aprendimos que los smurks contaminaban el grano.

Justo ahora, que veo aquella ola gigantesca acercándose, me pregunto por qué eliminaríamos, racionalmente, la antigua ley que obligaba a construir murallas altísimas en la costa para defendernos del tirkitón, animal marino (inexistente) tricéfalo gigantesco.

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4 respuestas a El dado de la ley

  1. Yohana dijo:

    Recuerdo que este cuento no lo entendí demasiado bien cuando lo leí, pero ahora que lo explicas arriba, tiene algo más de sentido.
    Yo creo que las culturas solo inventan mitos cuando no pueden dar una explicación racional a determinados hechos, que no podían controlar.Los seres humanos somos así, intentamos controlar todo nuestro entorno.
    Pero en mi opinión, no significa que sean totalmente irracionales en todos los aspectos, aunque a veces sí.Ejemplo de lo que quiero decir: si había una epóca de sequía tenaz, no explicable desde un punto de vista que no fuera que algún dios malévolo les haya tomado ojeriza (ves, también somos súspicaces), salvo quizás por algún ciclo solar cada X años, toman el punto de vista del dios malévolo, y se inventan ritos divertidos y colectivos para contentarle.(y lo del dios baco, tenía que ser un buen invento). Pero sí había una plaga de topillos que se comían las raices de la cosecha, simplemente buscaban una forma de eliminarlos, como enterrar cachorros de gatos para espantarlos.

    • Isma dijo:

      La idea del cuento es que los pueblos a veces inventan costumbres en base a motivos irracionales, pero que esas costumbres se quedan porque funcionan. Pasa como con las mutaciones en las especies, que se deben al azar pero a veces se quedan en la especie.

      Piensa, por ejemplo, en la prohibición de comer cerdo de los musulmanes (ojo, también de los cristianos, Levítico 11). Hace mil, dos mil, o tres mil años, la gente no podía justificar científicamente que criar cerdos en climas cálidos era malo (por su tendencia a desarrollar triquina, por su alto contenido en grasas, y por el tipo de vegetación que consume, inadecuada para su ecosistema). Posiblemente, algún criador de cerdos enfermó (por triquina, por tener una dieta demasiado grasienta para su clima, o por desnutrición al no poder comerse las verduras que ya se había comido el cerdo). Al enfermar, sus vecinos dijeron que los cerdos son animales malditos. Eso hizo que la prohibición de comer cerdos fuera recogida en la religión. Los pueblos de clima desértico que adoptaban esa prohibición prosperaban y su población aumentaba. Al final, ningún pueblo de clima desértico criaba cerdos. Pero lo interesante es que, cuando se prohibió comer cerdo, la gente no contaba con motivo científico alguno para ello.

      Hay muchas más costumbres que probablemente se iniciaron sin un motivo racional. Simplemente, la gente observaba que los que las adoptaban prosperaban, y al final todo el mundo seguía lo que hacían los que prosperaban. Sin preguntarse por qué. Como en el famoso experimento de los monos y el agua fría. Si funciona, ¿qué más da el motivo?

      Otro ejemplo: en muchas religiones, tener sexo fuera del matrimonio se considera pecado. Ciertamente, los hijos cuyo padre se responsabiliza de ellos tienen más probabilidades de sobrevivir. Por tanto, las religiones que castigaban el sexo «no comprometido» aumentaban su población y prosperaban. Finalmente, los pueblos que no tenían esa costumbre sucumbían en número ante los que sí. Darwinismo cultural. Sólo la llegada de los anticonceptivos en el siglo XX cambió esa costumbre.

      Cuando las costumbres no se pueden justificar de manera científica, ¡hace falta algo para que la gente las cumpla! Por ejemplo, decir que Dios se enfada con los que no las cumplan. A falta de explicaciones racionales, ese mecanismo tiene sentido. A falta de ciencia, hacen falta creencias. No puedo negarlo.

      Alguna vez tenía que escribir una historia que aceptara la utilidad de la religión, en vez de criticarla. 😉

  2. Yohana dijo:

    Bueeenoo, el cuento parece más bien una critica. Aunque te doy toda la razón en tu comentario anterior. Es indiscutible.
    Evidentemente y como todo en la vida, la religión tiene sus aspectos positivos y sus aspectos negativos.

    • Isma dijo:

      Fíjate que el cuento acaba dando la razón a los que siguen las normas del Dado ciegamente. Cuando los pueblos abandonan el Dado y se vuelven racionales, dejan de construir murallas en la costa porque saben que no existen animales marinos gigantes que invaden las costas, saben que eso es una superstición. Pero un día llega un tsunami («ola gigante»), cosa que no habían tenido en cuenta en su análisis racional, y perecen arrasados. Por tanto, construir murallas costeras funcionaba, aunque el verdadero motivo no fuera defenderse de un animal mitológico. Igual que no comer cerdo funciona en climas desérticos, aunque el animal no sea «indigno» (justificación oficial para no comerlo).

      Por eso digo que, por una vez, doy la razón a la religión y a los monos que pegan a los que tratan de alcanzar los plátanos sin saber por qué. ¡Tengo derecho a contradecirme! 🙂

      Un fascinante ejemplo de creencia irracional y resultado práctico es el enterramiento de muertos. Muchas culturas han enterrado a sus muertos, y muchas lo han hecho con la cabeza apuntando hacia el oeste (e.g. neandertales, egipcios, etc). Parece una decisión lógica: dado que el sol es tragado por la tierra todos los días por el oeste y al día siguiente «resucita» por el este, tiene sentido que, si queremos que el muerto «resucite», hagamos que la tierra se lo trague al igual que se traga al sol, y así resucitará igual que resucita el sol. La tierra se traga al sol por el oeste, así que debemos orientar el muerto en esa dirección. Supongo que, al llegar la agricultura, la teoría de que lo que se introduce en la tierra resucita se agudizó: entierro semillas y salen plantas. Lo cierto es que los muertos no resucitan «plantándolos» en la tierra. ¡Pero plantarlos es una forma de que sus cuerpos descompuestos no infecten a los vivos! Así que aquí tienes otro ejemplo de costumbre de origen irracional («lanzamos el Dado») con resultado práctico insospechado. Al final, los que creían en «plantar» muertos para resucitarlos prosperaron porque nunca se infectaban con cadáveres descompuestos. Muchísimas culturas acabaron adoptando la misma idea.

      Entiendo que el cuento es demasiado friki. Quizás, dedicar un cuento al darwinismo cultural (no confundirlo con el darwinismo social) es tan friki como dedicarlo a las cornubianitas. Un indicio es que mi explicación del cuento haya sido más larga que el propio cuento. Pero bueno, las inercias sociales irracionales siempre me han hecho gracia, y las que además funcionan (por motivos diferentes que los asumidos) mucho más: ¡eficiencia a través de la ignorancia! 🙂

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