Dios encerrado en el castillo asintótico

Paso el control de pasaportes del planeta sagrado. Me ha costado muchísimo llegar hasta aquí. He tenido que convertirme. Solo los conversos pueden entrar en el planeta.

Todos los conversos del universo debemos ir a la explanada del castillo de Dios del planeta sagrado al menos una vez en la vida. Allí me dirijo en el transporte colectivo desde la aduana, junto a otros miles de peregrinos.

Por fin vislumbro a lo lejos el castillo de Dios y la explanada que lo rodea. El castillo es una fortaleza amurallada de forma circular. Los muros son de piedra y miden unos diez metros de alto. En cuatro extremos opuestos están las torres del castillo.

En este castillo vive Dios. Es un castillo inalcanzable, literalmente.

Y el motivo de que el castillo sea inalcanzable es la explanada de cincuenta metros de ancho que lo rodea. Bueno, en sentido técnico, la culpa de que el castillo sea inalcanzable la tiene todo el volumen que rodea el castillo, no solo el suelo. Pero la singularidad se aplica también al suelo, claro.

Parece mentira que al menos el noventa por ciento de la población del planeta sagrado se concentre en dicha explanada. En esos cincuenta metros de anchura alrededor del castillo de Dios hay cientos de ciudades, algunas de ellas con más de un millón de habitantes, además de campos de cultivo, carreteras, minas, y muchas cosas más. Pueden parecer demasiadas cosas para unos habitantes que miden de media algo menos de dos metros de altura. Pero, claro, es que en la explanada no mides eso.

En realidad, la zona más externa de la explanada es un lugar prácticamente normal. Apenas notas la diferencia. El lugar donde verdaderamente se nota la singularidad es al otro lado. Las ciudades se amontonan al otro extremo, a apenas centímetros, milímetros, nanómetros o picómetros de la muralla.

Me uno a un grupo de peregrinos y entramos en la explanada. Andamos en fila india en dirección hacia el castillo. La sensación que se siente es extraña. Realmente notas cómo los primeros de la fila son sensiblemente más pequeños que los últimos. Se dicen que, si extiendes los brazos hacia el castillo estando en la explanada, notas cómo tus manos son algo más pequeñas de lo normal. Lo hago, pero me cuesta notarlo. No obstante, en una fila de unos diez hombres, las diferencias de tamaño entre los primeros de la fila y los últimos son evidentes.

Les voy a explicar cómo funciona este lugar. En el extremo externo de la explanada tienes tu estatura y tamaño normales. En el extremo opuesto, en el lugar donde estarías si estuvieras tocando la muralla (¡imposible lograrlo!), medirías 0. En cualquier punto intermedio tienes un tamaño intermedio, más pequeño cuanto más cerca estés de la muralla. Así que tienes que dar infinitos pasos para tocar la muralla. Literalmente.

Bueno, podrías tratar de ir hacia la muralla en un medio de transporte, claro. Si fueras en un vehículo que avanzase a X metros por segundo, dicha cantidad de metros sería siempre relativa al tamaño del propio vehículo y el de sus ocupantes. Como dicho tamaño tiende a 0 mientras avanzas, igualmente tardarías tiempo infinito en llegar a la muralla.

Los peregrinos avanzamos en fila hacia la muralla. Más adelante, cuando estemos a milímetros de la muralla, pararemos en las ciudades santas que allí se levantan. Luego algunos peregrinos seguirán andando más allá de ese punto, hacia la muralla, tanto como deseen para mostrar su fe. Cuanto más cerca estás de la muralla, más pequeño eres tú en comparación con el castillo de Dios. Por tanto, a medida que te acercas a la muralla, muestras un mayor sometimiento y humillación ante Dios. Tras varios meses avanzando, algunos peregrinos llegarán a ver la estructura atómica de la piedra de la muralla. Tras varios años acercándose a ella, los peregrinos más devotos llegarán a ver los quarks.

No piensen que, mientras andamos hacia la muralla, nos hacemos más pequeños a base de reducir nuestro número de partículas. Nuestro número de moléculas, átomos o electrones sigue siendo el mismo. Lo que pasa es que todo se hace más pequeño, incluidas las propias partículas. Es como sí en este lugar el propio tejido del espacio se expandiera a medida que avanzas hacia la muralla. Imaginen que el espacio fuera la superficie de un globo y que alguien estuviera pellizcado ese globo hacia fuera en un punto. El globo estaría más estirado hacia fuera cuanto más cerca estuvieras de ese punto. Allí habría más superficie de globo (en nuestro universo, más espacio que ocupar) por cada centímetro cuadrado del globo original. Así es este lugar.

Claramente, el castillo es un lugar inalcanzable. Ningún mortal puede llegar a él, pues tendrías que vivir un tiempo infinito para alcanzarlo. No obstante, en ese castillo viven entes. Dichos entes han alcanzado dicho castillo, o bien han nacido directamente en un lugar inalcanzable. En ambos casos su proeza es solo digna de un dios. Por eso lo son.

Para regocijo de todos los creyentes, a veces dichos entes se asoman por encima de la muralla. Entonces puedes ver a los ángeles y, en contadísimas ocasiones, al mismísimo Dios con su corona.

Esto es lo que dice nuestra fe.

No obstante, yo no lo creo.

Yo creo que los habitantes de este planeta han gozado siempre de un entorno singular que les ha permitido desarrollar unos conocimientos inusuales de física. El subsuelo está lleno de minerales radiactivos. La estrella que rodea el planeta emite erupciones solares con una frecuencia muy alta. Se cree que hasta hace algunos milenios había unos pequeños agujeros de gusano a poca distancia del planeta.

Por eso, cuando las construcciones y las armas de los habitantes del planeta estaban en lo que diríamos un nivel tecnológico medieval, su conocimiento de la física de partículas era realmente asombroso. Lo era a pesar de que todavía no podían ponerlo en práctica para construir nada realmente útil.

Creo que esta asombrosa explanada surgió la primera vez que hicieron algo útil con dicho conocimiento. Imagino este castillo, hace unos diez mil años, asediado por algún ejército enemigo, y a sus moradores tratando de encontrar una forma de evitar la invasión. Entonces detectaron la onda de singularidad.

Sabemos que hace unos diez mil años, precisamente cuando los creyentes dicen que se creó el universo, una onda atravesó este lugar. La probabilidad de que dicha onda atravesase un planeta era escasísima, pero ellos lo detectaron y lo aprovecharon. Pienso que, en un acto de desesperación, los asediados usaron la onda para deformar el espacio alrededor del castillo y evitar ser invadidos. Crearon una explanada de apenas cincuenta metros de ancho que puso al enemigo a una distancia infinita de ellos.

Al hacerlo se defendieron del enemigo, pero también dotaron al enemigo de una cantidad infinita de espacio para cultivar y construir sus ciudades. Así que fue una victoria pírrica.

Pero eso era, en realidad, lo de menos.

Lo más importante es que los habitantes del castillo ya no podrían salir de él. Si atravesaban la muralla, tocarían el extremo de la explanada en que el tamaño de las cosas es 0. No sé exactamente qué significa medir 0, pero imagino que nada bueno. Aunque sobrevivieran y llegasen vivos a dicho lugar singular (¡no sé muy bien cómo!), desde allí no podrían moverse, pues su velocidad en cualquier dirección sería 0, al ir la velocidad en relación con el tamaño.

Los habitantes del castillo sabían que esto era así, así que no osaron a tratar de abandonar el castillo y se quedaron en él. Y desde entonces, ellos y sus descendientes han ocupado el castillo sin poder salir jamás.

Así que Dios está encerrado en un castillo asintótico.

Y yo he venido hoy aquí para liberarlo.

Hace años calculé que precisamente hoy, por primera vez en diez mil años, una onda de singularidad volvería a cruzar el planeta. Lo hará dentro de exactamente un minuto. Y tengo el material necesario para aprovecharla.

Preparo las coordenadas en mi máquina. Con la reacción en cadena que desataré, desharé la singularidad de la explanada y todo volverá a la normalidad. Liberaré a Dios.

Ha llegado el momento. Pulso el botón.

Inmediatamente se crea una pequeña esfera de singularidad a mi alrededor que me protegerá durante todo el procedimiento. Si todo va como espero, esta esfera será innecesaria. Entonces, el proceso comienza.

Observo que, a lo lejos, el tamaño de las cosas comienza a variar. Más allá de la explanada, las cosas se están haciendo pequeñas.

Un momento. La reacción no está deshaciendo la explanada. ¡La está ampliando!

Esto no es lo que estaba previsto. ¡Estoy expandiendo el universo a mi alrededor!

¡Eso significa que el pellizco del globo está aumentando!

Esto no puede ser verdad…

Miro hacia el castillo y allí están ellos, asomados sobre la almena. Portan algunos extraños objetos y mirar horrorizados a su alrededor.

Entonces comprendo. Ellos también han decidido aprovechar la llegada de la onda de singularidad y han iniciado su propio proceso. Quieren escapar de su castillo y no han esperado a que nadie venga a rescatarles.

Pero, si se inician dos procesos a la vez…

No, esto no es sostenible… ¡La estructura del tejido no lo soportará!

El espacio a mi alrededor se deforma a pasos agigantados.

Tras la protección de mi esfera de singularidad, noto cómo el universo se desgarra.

Entonces todo, literalmente todo, explota. ¡Bum!

Vacío.

De repente, todo fuera de mi esfera ha desaparecido.

El globo se ha roto.

¡Nos lo hemos cargado todo! ¡Nos hemos cargado el universo entero!

Un momento.

¿Es eso de ahí el Big Bang?

Después de todo, parece que sí que he liberado a Dios…

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2 respuestas a Dios encerrado en el castillo asintótico

  1. Yohana dijo:

    Me pregunto como se te ocurrió este cuento. ¿Fue en uno de esos agitados sueños que se tienen a veces por las noches? Porque desde luego esa sensación de asumir que estas marchando a través de una asíntota, intentando llegar a un objetivo al que no puedes llegar por mucho que lo intentes, me resulta muy familiar.
    Este cuento siempre me pareció muy interesante, a pesar que es algo complejo.

    • Isma dijo:

      Tu comparación con los sueños es buena: efectivamente, yo también he tenido esos sueños en los que intentas hacer algo pero es «asintóticamente» inalcanzable: tienes la sensación de progresar, pero nunca lo logras. Estando en la carrera, en la época de exámenes soñé alguna vez que intentaba resolver algún ejercicio que resultaba imposible, nada tenía sentido. Dicen que los sueños, además de servirnos para clasificar lo aprendido durante el día, son una forma que tiene nuestro cerebro de hacernos entrenar cosas que inconscientemente nos han parecido importantes durante el día. En un experimento que hicieron con gatos durmiendo, esperaron a la fase REM del sueño para ver cómo movían sus pupilas (por lo visto, los músculos oculares son los únicos músculos de movimiento voluntario que movemos soñando como si estuviéramos despiertos, tanto humanos como gatos). Entonces compararon el movimiento ocular durante el sueño con patrones de movimiento ocular que los gatos hacen durante el día. Así descubrieron que los gatos sueñan que cazan ratones. 🙂

      La verdad es que dan ganas de desarrollar ese mundo tan peculiar de la explanada alrededor del castillo, quizás se podría desarrollar una historia épica alrededor…

      Por cierto, si están por ahí javirl o slv, o cualquier otro físico, podrían echar un cable para buscar una justificación plausible a la parte física de la historia. En su momento javirl me explicó que, si la asíntota se debiera a un agujero negro, entonces el castillo se vería cada vez más difuminado o más lejano por la pérdida paulatina de su luz. Pero no me atrevo a meter mano a esos detalles hasta que me lo expliquen más…

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