Con todos los honores

La Democracia de la República de Ihur funciona. Cualquiera de sus ciudadanos puede, literalmente, ser su presidente. No en vano, cada día el presidente de la República es escogido por sorteo entre todos los ciudadanos de la República.

Aquel día le tocó ser presidente a Miguel Gutiérrez, mecánico de profesión. Miguel se sorprendió mucho al ver llegar todos aquellos coches oficiales a su taller. Le montaron en uno de ellos y le condujeron al palacio presidencial.

Al llegar al recinto, una banda de música recibió con todos los honores al nuevo presidente Gutiérrez, que no salía de su asombro. Le colocaron sobre el traje una banda con los colores nacionales y, tras jurar su cargo conforme al protocolo constitucional, fue investido entre los aplausos de todos los presentes. Una nube de confeti celebró el momento. Entonces le condujeron a una sala del palacio y le anunciaron que inmediatamente celebraría una reunión con los consejeros del palacio.

Los consejeros comenzaron a explicar a Gutiérrez los pormenores del funcionamiento del Estado, el organigrama presidencial, la distribución de poderes y otros detalles similares. Tras cuatro horas de largas explicaciones, Gutiérrez preguntó cuándo podría comenzar a tomar decisiones. Le dijeron que todavía tendría que esperar a que completasen sus exposiciones, pues era indispensable que primeramente recibiera toda la formación necesaria.

Otras dos horas después, el presidente Gutiérrez comenzó a cansarse de aquella interminable reunión.

-Oigan, quiero comenzar a tomar decisiones ya –afirmó Gutiérrez desde su sillón, situado al final de una larguísima mesa a cuyos lados se sentaban los consejeros.

Sus palabras interrumpieron a una consejera que exponía en ese momento los pormenores de la balanza comercial.

Se hizo el silencio durante unos segundos. Entonces un consejero habló.

-Y… ¿qué desea hacer, señor presidente?

-Bueno… Admito que no sé demasiado de política, sólo sé de mecánica –respondió Gutiérrez-. Pero creo que hay cosas que no funcionan bien. Por ejemplo, no entiendo por qué en nuestro país hay personas que ganan diez mil veces más dinero que otras. No veo que esas personas trabajen diez mil veces más, ni que sean diez mil veces más listas, ni diez mil veces más capacitadas, ni diez mil veces más sensatas, ni siquiera diez mil veces más fuertes o más guapas. Deberíamos hacer algo.

Los consejeros se miraron entre sí. Los que estaban al otro extremo de la larguísima mesa preguntaban a otros compañeros qué había dicho el presidente, pues allí apenas se oía lo que se decía desde el otro extremo, en el sillón presidencial.

-¿Y qué pretende hacer usted, señor presidente? –preguntó un consejero.

-No lo sé… quizás podríamos fijar unos ingresos máximos que puedan ganarse, o establecer unos impuestos más altos a los más ricos para impedir que eso ocurra… o quizás…

-¡Pero lo que usted dice es comunismo! –dijo otro consejero.

-¿Comunismo? Yo sólo he dicho que…

-Señor presidente, si usted lo desea, dedicaremos las siguientes tres horas a explicarle algunos conceptos básicos de Macroeconomía que debería conocer, en particular en lo relativo a la incentivación para el trabajo y la productividad que…

-Oiga, no soy idiota. ¿Pretende usted decirme que esas personas que cobran tanto dinero no verían un incentivo suficiente para trabajar en lo que hacen si no cobrasen diez mil veces más que otros? ¿Me está diciendo que preferirían quedarse en el paro si no tuvieran semejante sueldo? ¿que acaso no podríamos encontrar otras personas igual de capaces que estarían dispuestas a hacer lo mismo cobrando solamente cinco mil veces más que los demás? ¿O me está diciendo que ese dineral que ganan esas personas sólo es útil para la economía del país si está en manos de esa gente tan rica, pero que no sería tan útil si usásemos una parte de él para construir carreteras o escuelas, o para dárselo a gente que tiene menos y que por tanto no podría permitirse ahorrarlo y lo gastaría inmediatamente? ¿No es eso lo que mueve la economía, el gasto? ¿También sería menos útil ese dinero si diéramos una parte a personas que tienen buenas ideas para crear una empresa, pero que no tienen el dinero para ello, simplemente porque no lo heredaron de sus padres? ¿Qué culpa tienen de no haberlo heredado? ¿Es mejor que dejemos todo como está?

-No, verá, señor presidente, debemos explicarle algunos asuntos…

-¡No me diga lo que tengo que hacer! ¡Soy el presidente! Y además, ¿usted qué hace aquí? ¿Por qué su cartera tiene el logotipo de un banco? –dijo señalando la cartera que el consejero tenía junto a su asiento-. ¿Por qué está en esta mesa? ¿Y esa otra señora, por qué lleva el logotipo de un grupo de alimentación en la solapa? ¿Quiénes son ustedes exactamente? ¿Qué hacen aquí?

Los consejeros comenzaron a hablar todos a la vez. Entonces sacaron unos vistosos gráficos de colores y empezaron a explicárselos.

Tras otras dos horas, Gutiérrez se hartó y se levantó de la mesa, colérico.

-¡Basta ya! ¡Dejen de tomarme el pelo! ¡Soy el presidente! ¡Quiero convocar al parlamento para someter a votación un cambio de la ley impositiva!

-Pero, señor presidente, comprenda que hoy no se había anunciado ninguna reunión del parlamento. Los señores parlamentarios ni siquiera estarán en la ciudad, y…

-¡Cállese de una vez! ¡Ahora mismo ordenaré que se envíen helicópteros para que les recojan de sus propias casas si fuera preciso!

Los consejeros comenzaron a gritar, pero el presidente estaba completamente decidido.

Tras otras diez horas de llamadas telefónicas y firmas interminables de papeles, el presidente pudo por fin entrar en el parlamento, que se encontraba casi vacío.

-Señor presidente, la sesión no puede empezar todavía, pues no hay quórum. Estamos haciendo todo lo posible para que los señores parlamentarios lleguen a tiempo.

Gutiérrez estaba sentado en su asiento presidencial del parlamento, que parecía más un trono que un escaño por su pomposidad en comparación con los demás asientos (el respaldo no necesitaba medir dos metros, pensaba Gutiérrez). No podía ocultar su disgusto. Rechazó con aspavientos los regulares ofrecimientos de champán (champán presidencial, lo llamaban) que le hacían las azafatas del parlamento para amenizar su espera. Una hora más tarde, se le informó de que más de veinte parlamentarios habían afirmado haberse hecho un esguince aquel mismo día mientras paseaban al perro, y que más de treinta afirmaban haberse roto la pierna al caerse en la bañera. Gutiérrez agarraba con inusitada fuerza un canapé que las azafatas habían logrado dejarle en su asiento sin preguntarle.

Dos tipos nuevos se acercaron al asiento presidencial de Gutiérrez.

-Presidente Gutiérrez…

-¿Quiénes son ustedes?

-Venimos a decirle que ha pasado la prueba –dijo uno de ellos con una amplia sonrisa mientras le estrechaba la mano.

-Pero, ¿quiénes son? ¿Y de qué prueba habla? –respondió Gutiérrez, asiendo la mano del otro con poca convicción.

-Usted ha demostrado ser más valiente que la mayoría de sus predecesores. Mire la que ha liado en un momento –dijo el tipo señalando a la sala, todavía casi vacía-. Ha pasado la prueba.

-Por eso –dijo el otro tipo-, nuestra República le necesitará después de que deje el cargo. ¿Desea usted formar parte de la Fundación de ex-presidentes desde el mismo momento en que termine su mandato?

-¿Fundación de ex-presidentes? ¿Qué es eso?

-Una fundación donde sólo entran los más listos y valientes, como usted. ¡Y tendría usted un jugoso sueldo vitalicio!

-Pero, un momento… ¿cuál sería exactamente mi función en dicha fundación?

-Bueno, no se preocupe, no le llevaría mucho tiempo… Podría usted ir a la fundación y relajarse tranquilamente en su despacho…

-Pero no necesariamente todos los días –interrumpió el otro tipo.

-No claro, no necesariamente todos los días –continuó el primer tipo-… De hecho, por responsabilidad económica, por ahorrar, ya sabe, sería incluso mejor que usted permaneciera en su casa, y así no haría falta ponerle un despacho. ¡Sería un gran ahorro!

-¡Claro, hay que ahorrar! –dijo el otro tipo.

-Así que usted podría simplemente estar en su casa… o en cualquier otro sitio, vamos, donde usted quisiera… Y usted podría dedicarse a tener maravillosas ideas sobre nuestro país, usted podría dedicar su tiempo a pensar… cosas, y podría enviárnoslas… si quisiera, claro… no tendría presión alguna…

-¡Ninguna! –dijo el otro.

-¡Pero manteniendo su jugoso sueldo, por supuesto! –dijo el primero.

-¿Me están ustedes intentando sobornar? –preguntó Gutiérrez.

-¿Qué está diciendo? ¡Por Dios, todo es absolutamente legal! Aunque, eso sí, usted debe tener en cuenta que sólo podrá entrar en la Fundación si solicita su ingreso mientras todavía ocupa el cargo, y le queda poco tiempo en él. Verá, el procedimiento administrativo para hacer la solicitud lleva su tiempo…

-¡Es muy, muy pesado, hay que rellenar muchos papeles! –dijo el otro tipo.

-Así que, claro, tendría que dedicarle todo el tiempo que le queda en el cargo… lo que supondría desconvocar esta reunión suya del parlamento, para poder ocuparse del otro trámite.

-¡Lo que por otra parte es completamente razonable! –dijo el otro tipo- ¿Acaso ve usted aquí a mucha gente? –añadió señalando la sala casi vacía mientras sonreía-. Además, cuando usted pase a formar parte de esa gente que mencionaba antes a sus consejeros, esos que según usted ganan tanto dinero –dijo extendiendo la letra a en la palabra “tanto”-, quizás dejen de preocuparle tanto los impuestos que paga o deja de pagar esa gente, ¿no? ¿No quiere usted lo mejor para su familia?

Gutiérrez apretó el puño mientras no podía ocultar su cólera.

-¡Váyanse!

-¿No piensa usted en su familia? ¿Es usted acaso un mal padre?

-¡Váyanse! ¡Llévense a estos tipos de aquí! –gritó Gutiérrez a los alguaciles. Los alguaciles agarraron a los dos tipos y, mientras no podían ocultar una media sonrisa, los acompañaron fuera del hemiciclo.

Varias horas después, ya bien entrada la noche, entraron en la sala los últimos parlamentarios que hacían falta para alcanzar el quórum.

Entonces, por fin, comenzó la sesión.

-Señores, se abre la presente sesión del parlamento para someter a votación la propuesta del presidente Gutiérrez, consistente en…

Justo entonces, los mismos dos alguaciles de antes agarraron a Gutiérrez por los brazos. Gutiérrez les miró incrédulo y trató de zafarse, pero no pudo evitar que los alguaciles le llevaran a rastras fuera del hemiciclo.

-Oigan, ¿qué están haciendo? ¡Soy el presidente!

-Desde hace 37 segundos, ya no. Se han cumplido sus 24 horas como presidente. Conforme a la constitución, su mandato ha concluido –dijo un alguacil.

Gutiérrez pudo oír cómo la sesión del parlamento se daba inmediatamente por concluida por haber terminado el mandato del presidente que la había convocado.

Los alguaciles soltaron a Gutiérrez en las escaleras del parlamento. Le dieron una preciosa placa conmemorativa de sus 24 horas como presidente y se marcharon.

Solo y aturdido, Gutiérrez oyó a lo lejos una banda de música. Procedía del palacio presidencial, al otro lado de la calle.

Se trataba de la banda que estaba recibiendo con todos los honores a Evaristo Pérez, encofrador, como nuevo presidente de la República de Ihur durante las siguientes 24 horas. Desde la distancia, Gutiérrez pudo ver cómo le ponían una banda sobre su traje y tiraban confeti en su honor.

La Democracia de la República de Ihur seguía su curso.

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10 respuestas a Con todos los honores

  1. Yohana dijo:

    Bueno, muy bien. Una forma muy satírica de denunciar lo que ocurre en realidad en nuestra democracia; para disimular los desfalcos: burocracia, burocracia, burocracia…hasta que desistes…Lo único que importa aquí es cuánto dinero te puedes llevar. A veces me pregunto si el precio de la civilización es que te estafen, y que tú no puedas hacer nada. En fin, no diré lo que ya sabes. Ni mencionaré las palabras feudalismo, ni oligarquía, ni abuso de poder. Ala.

    • Isma dijo:

      Bueno, hay quien dice que cualquier sociedad humana se acabará haciendo jerárquica, por muy igualitarios que pretendamos ser. Casi cualquier persona con nobles objetivos acaba cambiando su comportamiento en cuanto alcanza el poder. Quizás nos resulte muy fácil criticar desde la base de la pirámide. Habría que ver cómo nos comportaríamos si llevásemos varios años en la cúspide de la pirámide.

      Puede que los políticos se molestasen más por sus ciudadanos si cobrasen, por definición, el salario mínimo interprofesional. Hay mucha gente con vicio por la política, así que seguro que alguien estaría dispuesto. Algunos argumentan que dar un salario bajo a los políticos sería muy peligroso, pues entonces sobornarles estaría al alcance de cualquiera. Por el contrario, hoy en día el soborno a los políticos está sólo al alcance de unos pocos, pues sólo disponen de suficiente dinero para sobornarles los ricos y las grandes empresas. Si bajásemos el sueldo de los políticos, los políticos seguirían siendo sobornables, pero al menos democratizaríamos sus sobornos: cualquiera podría sobornarles, no sólo los ricos como ahora. ¡A lo mejor todo funcionaba mejor así! 😉

      Quizás habría que hacer como decía Platón: encerrar a los políticos en una casa de la que no puedan salir durante su mandato, en plan Gran Hermano, para que no puedan corromperse (algo así como en «Celdín en CeldaPasilloPatio», pero con todos los políticos a la vez). Según Platón, su alejamiento de la realidad se vería compensado por su incorrompibilidad. (?)

      Quizás la ciencia ficción tenga razón y algún día acabemos siendo gobernados por máquinas. Cuentan que hace algunos años hicieron un programa de movilidad para la ciudad de Londres que calculaba por dónde debían ir las rutas de los autobuses, dónde había que poner los semáforos y las paradas, etc. Su objetivo era mejorar a largo plazo una mezcla entre la calidad del servicio, la seguridad, y los costes del servicio. El sistema era muy sofisticado: tenía en cuenta la pirámide de edades, la mortalidad, la predicción de cuál sería la demografía de cada barrio en el futuro, de qué barrios a qué barrios iba la gente, e incluso cómo se acabarían poblando los barrios en función de los transportes que se pusieran o no. Cuál fue la sorpresa de sus programadores, cuando vieron que el programa recomendaba… quitar semáforos y pasos de cebra. El programa había calculado que eso reduciría la seguridad, aumentaría la mortalidad, descendería el número de jubilados a largo plazo, y así los costes de transporte se reducirían a largo plazo. Conforme a la fórmula que tenía que maximizar, el programa descubrió que esa disminución de seguridad se compensaría con una gran disminución de costes.

  2. Yohana dijo:

    Yo soy de las que pienso, como Orwell, que tendemos a jerarquizarnos. Quizás sea por un recuerdo de especie, no sé. Creo que la única forma de evitar el enturbiamiento de los políticos es renovarlos cada cierto tiempo, y sacarlos desde abajo, como planteabas en el cuento. Pero de una forma más real.
    Platón era estupendo. Un incomprendido, pero estupendo.

    Si lo pensamos fríamente, eliminar a la parte de la población que aporta «menos» al desarrollo, no presenta «futurabilidad» y que encima supone un gasto adicional, tiene que mejorar sin duda la productividad. Son matemáticas simples.Pero quizás lo mejor de la especie humana es que somos capaces de aprender de nuestro pasado, (casi todos) y sacarle partido. Seguro que a la larga, nos compensa mantener a la experiencia.

    • Isma dijo:

      Aquella frase famosa de Bernard Shaw, de que «los políticos y los pañales deben cambiarse a menudo, y por los mismos motivos», describe bien la situación. Se me ocurre esta variación: «los políticos y las drogas deben abandonarse por el mismo motivo: acaban colocando demasiado a sus partidarios». Vale, es malo.

      Claro, si se nos aplicase la eutanasia forzosa a los 65 años entonces tendríamos más lujos y comodidades. Si quitas el coste extra en pensiones y sanidad, y añades el espacio disponible, habría un sensible aumento de riqueza. ¡Otra cosa es la «alegría» con que esperaríamos nuestro 65 cumpleaños, claro! Sin duda es porque tenemos miedo a la muerte, aunque (quizás) ese miedo esté sobrevalorado por motivos culturales. Hasta donde sabemos, morirse puede doler, pero estar muerto «no duele» porque «no nada» (perdón, sólo diré «probablemente»). Si hiciéramos como en «Un mundo feliz», donde los colegios llevaban a los niños a ver moribundos en los hospitales como «excursión» para condicionarlos positivamente, quizás lo veríamos de otra forma.

      Como bien decías, la gente mayor es una fuente de experiencia esencial. Desgraciadamente esa experiencia está menos valorada cuanto más deprisa cambia la tecnología y la sociedad: hace trescientos años, la mayoría de los conocimientos de los ancianos eran directamente aplicables a los jóvenes. Ahora la tecnología cambia deprisa y la moral cambia deprisa (ecologismo, igualdad hombre-mujer, libre orientación sexual, libertad religiosa… sonaban a chino hace poco). Por eso la utilidad del conocimiento de los mayores es más sutil, menos inmediata, hay que «traducirla». Me ha venido a la mente una frase cruel de Emilio en «Aquí no hay quién viva». Enfadado con alguien mayor del bloque, decía: «Los jubilados tienen unos años, antes de tener nietos, en los que no se sabe muy bien para qué están».

      Sobre las pensiones, oí una vez un argumento curioso: «Si quieres subir la natalidad, quita las pensiones». Antiguamente la gente sólo podía sobrevivir en la vejez si tenía hijos que cuidaban de ellos, física y económicamente. Así que la gente tenía hijos, entre otras cosas, para poder sobrevivir de mayores. En un libro de antropología que leí hace mucho, se contaba cómo el investigador preguntaba a un tipo de una tribu si no sería buena idea contratar a un criado cuando se hicieran más mayores. El tipo le respondía «¿Por qué? Podemos tener otro hijo».

  3. Yohana dijo:

    No hombre, no es tan malo.
    Vaya, imagino una vida en la que me llevaran a una excursión de pequeñita, en mi adolescencia pensara que los abuelos son un coñazo, en mi edad madura pensará que la mejor solución es eliminarlos, y cuando llegará a los 65 años…¡me daría cuenta de que he estado equivocada toda mi vida!. Prefiero tal y como están las cosas.
    Estoy convencida de que los pensionistas tienen más utilidades aparte de cuidar a los nietos y de dar trabajo a parte de la población en el ámbito de la sanidad. Sí es verdad que en esta era, la tecnología les ha dejado un poco “tumbados”, y los cambios son demasiados trepidantes para ellos. No es que los nuevos conceptos de ecología, orientación sexual, liberación de la mujer y religiosa sean sustancialmente nuevos, pero tienes razón en que si te han educado para que creas en ellos, es difícil zafarte luego de esas ideas. Otro tema es que te eduquen para liquidarte a los 65 años.
    Y según la filosofía de “Aquí no hay quién viva”, ya sabes lo que te pasará cuando te jubiles. Lo de aumentar la natalidad eliminando las pensiones, ya es algo que te había oído decir antes. Que puedo decir, salvo que espero que no. Al margen de connotaciones personales, sería una buena forma de aumentarla, pero podemos intuir lo que pasaría a largo plazo. El planeta no está en situación de aceptar más gente. Viviríamos como topos.
    Respecto al tribal al que le preguntaron la pregunta del criado, me hubiera gustado saber que habría pensado si esa pregunta se la hicieran a su padre, cuando él era un muchacho.

    • Isma dijo:

      Hay otro efecto curioso de la tercera edad en la economía. Incluso antes de la crisis, era frecuente ver a jóvenes sin dinero y sin casa, y a (alguna) gente mayor con muchos ahorros, e incluso con dos o tres pisos. Así que la gente tenía más riquezas, precisamente, cuando ya no tenía que comprar una casa, ni tenía hijos a su cargo. ¿No es una distribución ineficiente de la riqueza? Como creo que he comentado alguna vez, esa distribución quizás sirva para que, en la segunda mitad de la vida, algo vaya a mejor. Si en la primera mitad has estudiado, has viajado, has empezado a trabajar, te has independizado, has tenido pareja y luego has tenido hijos, ¿qué cosa importante te queda para la segunda mitad? ¿Adolescentes rebeldes e irrespetuosos? ¿Salud en caída libre? ¡No! Aunque suene patético, la respuesta frecuente suele ser…¡el dinero! Muchos trabajadores al final de su vida laboral son mucho menos productivos que los jóvenes, que aunque son menos expertos, también son más baratos, más vigorosos, tienen conocimientos actualizados y no están tan quemados. Pero los mayores cobran más… y así notan que algo va a mejor con el paso del tiempo. El síndrome del futbolista retirado con 35 años debe ser terrible. Incluso si es rico.

      Podemos argumentar que algunas de esas riquezas de los mayores son para dárselas después a los hijos. Esto en general desvirtúa la meritocracia (¿para qué esforzarme, si heredaré de mis papás?). En términos genéticos, es como si dijéramos: «como a los padres se les dio bien, sus hijos tendrán mejores opciones de sobrevivir que los demás mortales aunque dichos hijos sean unos inútiles». Es como si la idoneidad genética tuviera inercia. Hace poco oí a un economista decir que los castigos por las deudas son más permanentes que los castigos por asesinato. Si matas a alguien, entonces pasas 20 años en la cárcel, o toda la vida, o quizás te matan según el país, pero tu castigo termina, como tarde, al morir. Pero si tienes una deuda, entonces esa deuda pasará a tus hijos al morir. El castigo será perpetuo y heredado a lo largo de las generaciones (como en «Celdín en CeldaPasilloPatio»). Con las herencias pasa lo mismo: un puesto de trabajo acaba como tarde con la muerte (no puedes decir a tu hijo: «¡herederás mi cubículo en la oficina!»), pero el mérito de haber ganado dinero tiene un premio no perecedero: tras la muerte pasa a los herederos. Deudas y asesinatos, herencias y puestos de trabajo… Curiosas inconsistencias sobre cuánto tiempo deben durar los castigos y los premios, ¿no?

      Por último, ahí va otro chiste malo mío, uno que inventé esta semana. Se abre el telón y se ve a Almodóvar escribiendo el guión de su próxima peli, donde un tipo llamado Robert se cambia de sexo a mujer, y entonces ingresa en un convento. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama el personaje de dibujos animados? Respuesta en mi próximo comentario.

  4. Yohana dijo:

    Bueno, te voy a responder solo por saber como acaba el chiste.
    También hay algo de cierto en tu reflexión sobre como se desarrolló el reparto de la riqueza hace unos años, paralelo a la pirámide poblacional. Aunque creo que los bancos han solucionado este reparto desigual, repartiendo dicha riqueza entre ellos al crear las hipotecas heredables, de forma que lleguemos a nuestra senectud con tan poco dinero como cuando éramos más jóvenes. Por lo menos en mi caso es así. Así cada vez que tenga que ahorrar para costearme el balneario húngaro que me recomendó el geriatra para mi artritis, me sentiré más realizada. En fin…
    Respecto a la productividad de los pre-pensionistas, ¡es cierto! Si viviéramos en el mundo de Aldous Huxley, probablemente los más jóvenes se encargarían de cavar zanjas, mientras que a medida que envejecen, se les va encomendando trabajos más subrepticios, como trabajar en un banco. Pero en serio, a veces viendo el panorama me pregunto que será nosotros, cuando ya no seamos útiles para la sociedad. Creo que a nuestra generación se le obligará a que sea igual de útil que un jovenzuelo si quiere subsistir. Para que luego me vengan llorando a mí los actuales.
    Respecto a los hijos inútiles de unos padres exitosos, al final todo cae por su propio peso. Creo que ya lo comenté alguna vez, pero suelen ser personas que buscan que otros les resuelvan sus problemas. A veces lo consiguen y viven toda su vida dependiendo de los demás, y otras no, y suelen caer en picado, porque nadie da nada a cambio de nada. Unos pocos, los menos, aprenden. Pero también lo dije alguna vez: nuestra generación tiene un poco de eso, y la que viene, creo que más.
    Respecto a hijos exitosos y padres inútiles, que dejan sus deudas a sus hijos, creo que eso simplemente no debería estar permitido. Tú no tienes la culpa de lo que hagan tus padres y viceversa. Entramos en el mismo debate de siempre. Y sí, es cierto que los castigos están muy desequilibrados. Lo vemos todos los días en las noticias. Lo que me lleva a plantearme… ¿si todos nos negáramos a finiquitar nuestras deudas con el banco, se hundiría la economía o no pasaría nada?. Por lo menos en la cárcel me dan de comer.

    • Isma dijo:

      Es verdad: primero la burbuja inmobiliaria, y después la crisis, casi han resuelto la desigualdad generacional. Entre los padres que pagarán su piso hasta que sus hijos tengan 40 años, y los padres que tienen que cuidar a sus hijos de 40 años, la generación de «ancianos acumuladores» posiblemente pasó a la historia.

      Quizás haya un salto cualitativo en nuestra productividad cuando seamos mayores: nosotros sí hemos crecido entre ordenadores, así que seguiremos siendo algo productivos para trabajo «de oficina» durante más tiempo que las generaciones anteriores, que vieron su primer ordenador con 50 años. Hoy en día los jubilados son ases del Powerpoint. ¿Qué sería de las candenas de Spam si no estuvieran ellos para componer presentaciones como «Toledo, qué bella eres»? Si gente que vio por primera vez en su vida un ordenador con 35 años puede hacer eso, ¿qué no podremos hacer nosotros? Se van a cagar los jóvenes, cuando tengamos 90 años y hagamos transparencias de 3D sobre «los viejos años en que la sanidad era gratis» o «botellones de nuestra niñez en el parque del Oeste: una mirada retrospectiva».

      Para hacer caer los bancos no hace falta dejar de pagar tus deudas. Basta con que todos vayamos a sacar el dinero de nuestras cuentas a la vez. Ningún banco tiene tanto dinero como el que suman los depósitos de sus clientes, tienen muchísimo menos. Imagina que un tipo mete 1000 euros en un banco, en monedas de 1 euro. Entonces, por ley el banco puede prestar a otros clientes cierto porcentaje de eso, pongamos el 90%: 900 euros. El banco presta esos 900 euros a otro tipo, que se los gasta en comprarse una moto. Entonces el tipo que le ha vendido la moto mete esos 900 euros en el mismo banco, así que el banco ingresa 900 euros y ahora puede prestar otros 810 euros a alguien (el 90% de lo ingresado). Ese alguien toma prestado esos 810 y se lo gasta en comprar un ordenador. El vendedor del ordenador los ingresa en el banco, y ahora el banco puede prestar otros 729 (el 90% de 810). Y así sucesivamente, etc, etc. Es fácil calcular que, al final de la progresión, habrá 10.000 euros entre todos los depósitos del banco… pero el único dinero de verdad eran los 1000 euros en monedas de 1 euro que metió el primer tipo de todos. Los otros 9000 euros no existen, no hay billete alguno detrás de ellos, proceden sólo del proceso de «ingreso dinero de mentira => genero dinero de mentira» que he contado. Así que los bancos tienen más capacidad de generar dinero que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Curioso, ¿verdad? Ahora imagina que todos sabemos que esos préstamos no se devolverán… Donde había 10.000 «circulando», todos nos damos cuenta de que sólo había 1000 euros de verdad. Tenemos un problema, ¿verdad?

      Solución del chiste: Bob Es Monja.

  5. Yohana dijo:

    Lamentablemente no todos los trabajos requieren un ordenador. Vale, cierto es que cada día las tareas están más informatizadas, para solaz tuyo. Pero hay todavía muchísimos trabajos, sobretodo en el sector servicios, donde el trabajo físico sigue siendo un handicap. Y a nadie le preocupa ni valora el trabajo de esos pobres camareros que están de pie todo el día, y que cuando lleguen a su senectud tendrán más problemas físicos que otros con un trabajo menos físico. La gente solo quieren que les sirvan ahora.

    Respecto al dinero virtual, siempre ha sido una idea que me ha costado entender. No el concepto en sí, sino el hecho de que se maneje tan libremente. Tú eres el entendido en mercadeo virtual.¿cuál es diferencia entre 1000 euros virtuales y 100000000000 euros virtuales?. Para mi cabeza cuadriculada, ninguna. Explico a donde quiero llegar:
    Para mí, algunos «altos» controlan esa virtualidad de forma que les beneficie, y a todos nos parece bien. Si tuviera coche, y pudiera seguir viajando de vez en cuando (oohh) para ver esos grandes letreros que ponen «Obra de remodelación carretera tal pascual. Costo: una barbaridad imposible con muchos ceros», seguiría pensando lo mismo, que ese dinero solo es figurativo. (y básicamente para que los conductores nos impresionemos. ((Echo de menos mi coche)).
    Y como este ejemplo, seguro que muchos. ¿quién garantiza que el dinero figurativo que dice el cartel se va a gastar en hacer una carretera?
    Siguiendo por este hilo de deducciones, el dinero que le debo a mi banco por la hipoteca, también es virtual. La diferencia es que hay alguien que se asegura que mi dinero virtual, sí llega a su ignoto destino.Bien ¿porqué si virtualmente ese dinero figurativo en un cartel (o documento, o panfleto) no puede ser real, y las grandes deudas por impago que tienen lugar cuando esa cantidad imposible, es imposible de asumir y se absorbe como en agujero negro, porque nadie sabe de donde ha salido y dónde ha ido a parar, porque no podemos olvidarnos virtualmente de mi deuda, que es una insignificancia entre tantos ceros?

    Y el chiste no esta no está mal.

    • Isma dijo:

      Sobre los trabajos más físicos (e.g. camarero), ojalá la medicina y los medicamentos no sólo nos alarguen la vida sino también su calidad. A veces parece que podemos alargar más la longitud de la vida que la salud para disfrutar de dicha longitud. Espero que no llegue el día en que podamos sobrevivir para siempre postrados, inmóviles y rodeados de tubos. Bueno, si además estamos drogados e imaginando que vivimos grandes aventuras, podría no ser tan malo.

      Lo de los ceros me ha hecho gracia. Todos entendemos la diferencia entre 1000 euros y 10.000 euros. Pero nuestra mente no vislumbra la diferencia entre 10.000.000.000 euros y 100.000.000.000 euros. Sólo sabemos que una es 10 veces más que la otra, pero no visualizamos el valor relativo de cada una, ambas son simplemente «muchísimo». Son cantidades para las que no hay intuición posible. Tampoco para los políticos. Si te piden una de esas dos cantidades por pagar toda la sanidad, o por llevar el AVE a cualquier pueblo recóndito de España, ¿es mucho o poco? Como decía Homer, lamentándose de su despilfarro cuando haber sido concejal: «Marge, me dejaban ordenar pagos con un sello. ¡Con un sello!».

      El dinero de tu cuenta son sólo bits en un ordenador. Cambias un 0 por un 1, y ya tienes otra cantidad de dinero. Sin más. Parece que, efectivamente, hay un doble rasero sobre quién debe pagar sus deudas. Si un banco o una administración hace desaparecer miles de millones, como mucho hay un juicio, luego una condena ridícula, y después un indulto unas semanas después (como el indulto de ZP a Sáez, del Santander, por los «servicios prestados»). Pero si el dinero lo debes tú, te vas a enterar. Una curiosidad sobre la deuda: Los reyes europeos siempre se llevaron bien con los judíos antes de las guerras, y mal después de ellas. ¿Por qué? Antes de las guerras tenían que pedirles dinero. Dinero de verdad, oro. No valía acuñar monedas de latón: los soldados irían a tierras extranjeras donde las monedas de latón con la cara de un señor feo grabado en un lado no significarían nada. Necesitaban oro, que valía en todas partes. Así que los reyes pedían ese oro a los judíos, y durante esa época les trataban muy bien. Luego, cuando terminaba la guerra y había que pagar esas deudas a los judíos, esos reyes decían a la población que los judíos eran malos, que mataron a Jesucristo, que comían niños y tal. Y entonces les desterraban para no pagar esas deudas. Esa época era muy diferente a la actual: entonces, ser prestamista todavía tenía sus riesgos.

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