Privación 2 (por Ana Belén Sánchez)

(Esta historia es la continuación de «Privación», que puedes leer aquí.)

Aquella tarde el T-422, un modelo de aerodeslizador magnético ya obsoleto, se negaba a funcionar. Tras dos semanas dotudianas de recolección completa de arjo, el calor no había dado ni una pequeña tregua, a pesar de los intentos de la administración por humedecer la atmosfera. Esta simplemente se había evaporado al primer contacto con el persistente sol de aquel simple sistema solar. Danri sabía que no habría más experimentos para ese planeta. Bufó, y soltó una patada al costado del T-422 por si existiera la más remota posibilidad de que eso lo arreglara. Tendría que mancharse las manos. Después de un rápido vistazo, conjeturó que el problema estaba en las baterías, bien en los mismos acumuladores, bien en el convertidor que aseguraba la transmisión de la energía desde la batería hasta los sistemas de inducción. Probablemente la mejor opción era cambiar las piezas; cuando volviera de su visita, y una vez caída la noche, dejaría el T-422 en la autopista magnética con rumbo a los talleres. En época de recolección los mecánicos solían estar desbordados con la maquinaria agrícola, pero ahora era un buen momento para obtener resultados rápidos y eficaces. Tendría que darse un paseo hasta el refugio, pero incluso pensó que una caminata nocturna no le sentaría mal, a pesar de la gravedad.

En realidad, el deslizador magnético no necesitaba una gran cantidad de energía por sí mismo para funcionar en condiciones normales, pues las propias autopistas magnéticas proporcionaban el empuje necesario para trasladar el vehículo dotado de potentes imanes a las velocidades requeridas. Los días de gran calor, cuando Danri observaba la autopista desde la distancia de su refugio, le había parecido ver olas magnéticas aparecer como brillantes reflejos cuando pasaba un deslizador a lo lejos. Pero sabía que era una ilusión óptica. Pero sí que era necesaria una energía considerable para levantar el vehículo del suelo cuando este debía desplazarse por los arenosos y grávidos suelos de Dotu. En ese caso, se utilizaba un sistema de combustión y normalmente debían ser distancias cortas. En verano la energía era obtenida de los paneles solares que proporcionaban la energía al refugio, y a las baterías del aerodeslizador. En invierno, por los cables superconductores enterrados en el subsuelo, procedentes de las arterias de comunicación que constituían las autopistas magnéticas.

Danri hizo un rápido apaño en el transmisor para que este pudiera funcionar. Unos pocos minutos serían suficientes. Se percató de su éxito cuando oyó a los motores rugir con furia, y corrió por la caja que debía llevar a la visita dotudiana antes de marcharse del refugio. Tenía que ser rápido. El camino hasta la autopista apenas llegaba al kilómetro, pero durante todo el trayecto Danri cruzaba los dedos y se mordía la lengua sin fuerza, para que el aparato aguantase la embestida. Por fin pudo relajarse cuando el vehículo accedió a la vía, y los motores de combustión de hidrógeno se apagaron. Danri tecleó en el ordenador de a bordo su destino, y fijó la velocidad.

El sensor indicador señalaba que la duración de su viaje hasta su destino eran unos 30 minutos, lo que no estaba nada mal para un cacharro tan viejo y 453 kilómetros. En la amplia cabina, Danri analizó su regalo: un regulador de ambientes luminoso que había fabricado él mismo. Lo había hecho introduciendo un generador láser de baja intensidad en un prisma microperforado de polirent® puro,  y por tanto transparente. No había tenido dudas en solicitar esa pieza al SIMO, el sistema informático del mercado del ocio. Era una pequeñez considerando su nivel y horas de trabajo. Tal como había imaginado, ni siquiera le restaron crédito. El láser, en cambio, lo había obtenido de una pieza sobrante de uno de los sensores caloríficos que le habían repuesto cuando se estropeó el sistema de calefacción.

El sensor indicador no se equivocó en sus predicciones, y la tensión de Danri volvió a crecer cuando el T-422 tuvo que volver a hacer frente a su particular desafío de un kilómetro de arena y polvo. Por fin el pequeño refugio de Folay y Patka apareció ante su vista. Ellos eran una pareja de mediana edad bien avenida. Foley era un hombre muy delgado, tranquilo y sencillo. Su gran capacidad para escuchar le convertía en un personaje muy requerido por los demás. Patka era una mujer con mucho arrojo, fuertes convicciones y de una fuerza, tanto física como mental muy envidiable. Danri no dejaba de maravillarse ante el color que habían elegido sus dueños: un rojo intenso que daba la sensación de acrecentar el calor. Aguantó estoicamente el súbito cambio de temperatura y gravedad, y se plantó en la puerta de Folay y Patka, aunque no estaba preparado para las personas que le abrieron la puerta:

-¡Sorpresa!

-¡Sorpresa! ¡Danri!

Dos voces infantiles acompañadas de inocentes risas de felicidad ante el efecto esperado  de la sorpresa  le recibieron. Danri les devolvió la risa, y saludó a las dos niñas.

-¡Iluca! ¡Rayma! ¿pero que hacéis aquí?

-¡Sorpresa! ¿Te hemos sorprendido, Danri?

Por una milésima de segundo Danri pensó que se había equivocado de dirección y había aparecido en casa de Xirta. Iluca y Rayma eran dos de los hijos de Xirta. Alegres y pizpiretas, eran dos niñas de pequeño tamaño, porque los niños que crecían en Dotu nunca alcanzaban grandes estaturas, aunque era un matiz que no parecía preocupar a ningún niño de Dotu. También estaban sus anfitriones, Folay y Patka, por lo que decididamente debía estar en el refugio correcto. En ese momento, todos reían complacidos.

-Pues claro que me habéis sorprendido -respondió Danri-. ¿Cómo me iba a esperar yo esto?

Y el regocijo de las niñas creció por momentos.

-Pues ya verás cuando vengas a nuestra casa -dijo Iluca- porque tenemos unos aparatos que pueden hacer dibujos delante de ti.

-Niñas, id a jugar un rato -intervino Xirta con aire cansado.

La felicidad de las niñas contrastaba con la seriedad de los adultos. Las niñas obedecieron, no sin antes obtener la promesa de Danri que iría a dibujar con ellas, y lo hicieron con cierto alivio de salir de la habitación. Una extraña incomodidad invadió a Danri, a lo que se le sumó el hecho de que no sabía qué hacer con el regalo que había hecho para Folay y Patka.

La puerta magnética del refugio vibró, y Foley activó el sensor de apertura. Soren entró y saludó, sin aparente sorpresa por la presencia de Xirta, con la flema que la caracterizaba. Soren era una mujer que, como Danri, vivía sola en su refugio. Al igual que Foley, era una mujer tranquila y sensata, y vivía su vida con una filosofía de aceptación, a pesar de su inteligencia y de entender bastante bien el mundo que la rodeaba.

Danri no necesitaba más datos para sospechar que algo raro se cocía. Las reuniones multitudinarias no eran comunes en aquella época del ciclo, en la que solo se salía del refugio en caso de necesidad. Fue Patka la que, como siempre, tomó la palabra.

-Bueno Danri, supongo que habrás oído hablar del movimiento para la independencia dotudiana.

Así que era eso. Desde luego que había oído muchas reivindicaciones e ideologías inútilmente clandestinas, pues nadie reparaba en las actividades políticas de Dotu. En invierno, cuando gran parte de la población de Dotu se reunía en los centros de esparcimiento, siempre había alguien que se tomaba demasiado en serio este asunto, y sus conversaciones monotemáticas terminaban por aburrir a Danri, que se retiraba en busca de mejores desafíos intelectuales. Pero con el paso de los años, el MID o el movimiento para la independencia de Dotu había cobrado fuerza. Pero nunca pensó que llegaría a ser un asunto que pudiera implicar a sus amigos cercanos.

-Claro. ¿Es por eso que me habéis preparado esta sorpresa? -el tono de sorna de Danri no pasó desapercibido para Patka.

-¿Habrías venido a una reunión de este tipo si lo hubieras sabido? -le espetó.

Danri no respondió. Probablemente no. Danri procuraba no pensar demasiado en estos asuntos, que requerían esfuerzo y compromiso por su parte.

-¿Es que no ves como vivimos? -Patka empezó a soltar su discurso ante el implícito asentimiento del resto- ¿es que acaso te gusta vivir en un estado de semi-esclavitud, mientras el sistema eu-democrático se enriquece a nuestras expensas? Sabes bien que el negocio del arjo es el negocio más lucrativo de todas las galaxias. Ellos viven la vida que nosotros querríamos tener en la estación, nos explotan, obtienen de nosotros lo que necesitan y solo nos dejan las sobras a cambio. Ya es hora de que tomemos el control de nuestro propio beneficio.

-Ellos nos dan todo lo que necesitamos para vivir –fue la respuesta calmada de Danri-. ¿Qué más queréis? Nadie os obliga a permanecer aquí -aunque Danri sabía que las cosas no eran tan sencillas. Una vez alcanzado un punto de especialización en el sistema eu-democrático, era difícil cambiar de destino.

Danri sabía que Patka tenía razón. Aun así, era reacio a plantearse algún tipo de actuación. Al fin y al cabo, él había crecido en la estación y tenía un sentimiento enraizado de fidelidad hacia el sistema eu-democrático. Miró a Xirta, que también procedía de la estación en busca de respuestas a sus dudas.

-Quizás para ti sea suficiente lo que te dan -fue la respuesta de Xirta- pero yo quiero algo mejor para mí y para mis hijos.

-Si mañana Dotu dejara de ser productivo, nos abandonarían a nuestra suerte -dijo Folay-. No te engañes Danri, no les importamos. Solo nos quieren por su propio beneficio.

-Eso nos pone en una situación delicada -añadió Soren-. Nadie puede asegurar lo que pasará mañana. Podríamos, simplemente, tener un mal año. O que mañana se descubriera un material nuevo más barato que el arjo. La mejor forma de sobrevivir a las posibles penalidades es adquirir cierta independencia.

Danri notó la convicción en las mentes de sus compañeros. Es como si ellos pudieran ver claramente algo que a él se le escapaba. Se acercó a la ventana del refugio para observar cómo las ondas magnéticas de la autopista se curvaban con el calor. Sonrió al pensar que solo era una ilusión óptica, como su vida. Pensó en Mouri, en la posibilidad de sus actos fueran movidos por intereses propios. Él mismo también se movía en función de sus propias conveniencias. Es lo que les habían enseñado.

El precio de una sociedad supercivilizada era una individualidad subyacente y exacerbada. Danri recordaba bien el entorno en el que creció: en la infancia, las primeras cosas que aprendía un niño era a satisfacer sus necesidades no básicas a través de sus padres. La frustración en un niño no era un sentimiento bien aceptado, a pesar de que este era un elemento clave en el aprendizaje de un niño; en la adolescencia los individuos eran empujados a una competición, que en ocasiones podía resultar bastante cruel, para sobresalir. Y llegado a la madurez, si no habías cumplido determinadas expectativas sociales, que al final terminabas por asumir como propias, eras clasificado como un perdedor. Por otra parte, los éxitos eran ampliamente celebrados: ascensos, uniones o nacimientos  constituían una forma de reconocimiento  social de los logros alcanzados. Pero no salían las cuentas: no todo el mundo podía ser un ganador, ni todo el mundo podía cumplir las expectativas impuestas. Uno de los motivos que habían hecho inclinarse a Danri por un planeta tan incivilizado como Dotu, era precisamente huir de aquella civilización donde la suma de muchos, jamás constituía un todo.

-Te necesitamos a ti también, Danri -la voz de Patka le devolvió de sus pensamientos-. Tenemos que estar unidos si queremos conseguir algún avance.

Danri no dijo nada. Solo pensaba. Sabía que un cambio en su mente no sería tan sencillo.

-¿Qué podría hacer yo? -dijo por fin en un tono que reflejaba más incredulidad que deseo de ayudar.

-Se te dan bien las personas. Y tienes una gran formación y menos compromisos que otros -dijo Folay relacionando su última frase con una mirada a Xirta.

-Tengo que meditarlo.

-No esperábamos otra cosa -dijo Patka. Y Danri supo que esto era verdad, y que ninguno se atrevería a mencionarle que fuera discreto, porque lo daban por supuesto, aunque en el fondo de sus corazones latía una ínfima duda.

Danri no quiso continuar con ese tipo de conversación, y cambió de tema sutilmente. Los demás siguieron su iniciativa. El resto de charla de la hora dotudiana fue cortés y superficial, lo que constituía al fin y al cabo el objetivo final de las visitas dotudianas: saber el estado anímico y de salud de la pequeña comunidad asignada. Al cabo de un rato, Iluca y Rayma emergieron de la habitación contigua entre empujones mutuos.

-Mama, mama, dile a Rayma que…

-¡Es mentira! Eres una mentirosa -Rayma interrumpió a su hermana.

-Me da igual quien sea qué -Xirta finalizó la discusión de sus hijas-. Despedíos que nos vamos.

-Pero mama, si es que no me escuchas, Rayma me estaba empujando.

-¡Que mentira! -el enfado de Rayma era creciente.

-¿Qué acabo de decir? Que me da igual. Despedíos que nos vamos.

-¡Pero si acabamos de llegar hace un rato!

-Hasta luego chicos -Xirta ignoró a sus hijas y se despidió de sus compañeros. Las niñas la imitaron. Al irse, Danri se fijó en la baja estatura de las niñas. No llegarían a ser muy altas ninguna de las dos. En Dotu había pocos niños, porque pocos eran los padres que se aventuraban a traer niños en condiciones tan poco propicias, pero si alguna vez estas niñas salían de Dotu, los hombres del sistema no las encontrarían atractivas, pues el arquetipo de belleza femenina pasaba por mujeres más estilizadas.

-¿De verdad queréis luchar por este desagradecido planeta? -preguntó Danri cuando Xirta se hubo ido.

-Es lo que tenemos -le respondió Folay tras unos instantes.

El T-422 se había rendido definitivamente. Ninguno de los cuatro fue capaz esta vez de hacerlo funcionar. Soren aceptó remolcar el T-422 de Danri hasta la autopista a cambio de una condición: en su siguiente visita dotudiana, la que él debía de hacerle, debía acompañarle a un lugar. A pesar de las preguntas de Danri, no obtuvo ninguna información de Soren.

-Ya lo verás -le decía.

Finalmente Danri entregó su regalo a Patka y Folay antes de irse.

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8 respuestas a Privación 2 (por Ana Belén Sánchez)

  1. Isma dijo:

    🙂

    Como te dije al leerlo, da toda la sensación de que aquí se está desplegando una novela o cuento largo. En «Privación» muestras un personaje con capacidades peculiares que escoge una vida sencilla en contra de todo pronóstico, y en «Privación 2» muestras que dicha vida sencilla dejará de serlo tanto. No sé cuáles son tus planes exactamente, pero a mi me parecen los dos primeros capítulos de una novela en la que ocurrirán muchas cosas.

    Y estoy intrigado por saber qué ocurrirá a continuación. 🙂

  2. Yohana dijo:

    Muchas gracias, Isma
    El problema es que no era mi intención darle tintes novelescos a la historia. Sí que tengo ideas de un posible desarrollo, pero no sé bien como enfocarlo. Continua un poquillo más, pero no tengo una idea con principio ni fin, voy escribiendo según se me van ocurriendo las cosas, y no consigo quitarme la costumbre de poner mucha verborrea que ralentiza la historia. Mucho me temo que será así
    Ojalá tuviera las historias tan claras como tú.
    En fin, lo que decía antes, que tampoco quiero utilizar el blog para poner mis largas e insulsas historias. No son, precisamente, un toque de aire fresco.

    • Isma dijo:

      Pues, tras leer los dos primeros cuentos, dan ganas de conocer más de ese personaje y ese lugar. 🙂 Eso sí, probablemente ahora ya no te queda más remedio que empezar a poner acción, algo que rompa mucho la armonía, o que la rompa poco pero amenace con hacerlo más. Te comenté alguna idea (la posibilidad de contar la historia de un perdedor que se descubre a sí mismo), pero tienes muchísimas opciones más. Como hemos dicho tantas veces aquí, si mezclas situaciones que contagien al lector los sentimientos extremos de los portagonistas, y a la vez vas salpicando la trama de sorpresas cada cierto número de páginas, el lector siempre querrá más. Algunas van algunas situaciones clásicas, por si te sirven de inspiración: alguien emprende un viaje o alguien llega a un lugar (de momento, Danri ya cumple lo segundo), una saga familiar (dan mucho juego para mezclar amor, celos, amistad, traición, lealtades cambiantes, asesinatos, etc), luchas de poder político o económico, una historia que se prolongue a lo largo de varias generaciones (los lectores se encariñan viendo personajes que nacen y envejecen durante la historia, e incluso viendo cómo cambian los lugares que les describieron muchas páginas atrás), contexto de guerra, o de penurias, o de intolerancia, paisajes exóticos nunca imaginados, etc. Luego está la fantasía de la ciencia ficción, claro, que puedes usar para dar un contexto histórico exótico que nos evoque a la realidad conocida (e.g. arjo ==> petróleo; Dotu ==> Oriente Medio), o puedes usarlo para que las relaciones sociales sean diferentes de cualquier cosa conocida (e.g. efectos inesperados del consumo de arjo, positivos y/o negativos y/o simplemente diferentes). Estoy siendo muy ambiguo, pero la ambigüedad inspira mucho más que la concreción. 🙂

      Si te sirve de consuelo, cuando empecé «Pedrícese el mundo», la historia iba a terminar cuando el protagonista era capturado. Todo lo que viene después de eso, que son un montón de páginas (quizás un tercio del total), se me fue ocurriendo cuando ya llevaba dos capítulos escritos. Tenía sólo una idea vaga de alguna escena de los capítulos finales, nada más. Eso sí, improvisar puede obligar a hacer luego cambios en los capítulos anteriores, para mantener la consistencia. Si en algún momento necesitases hacerlo en tu historia, podría actualizar aquí las partes anteriores con las nuevas versiones actualizadas que me fueras pasando.

      En lo tecnológico no he visto nada que no me resultase factible…

      Bueno, sea novela o sea cuento largo, veamos qué le va ocurriendo a Danri a continuación. 🙂

  3. Yohana dijo:

    Por cierto, espero no haber cometido muchos errores tecnologicos..

  4. Yohana dijo:

    Bueno, creo que ahí radica mi problema: me cuesta imprimir acción a mis historias. Siempre son lentas y descriptivas. Y normalmente no conducen a ningún sitio. Ahora sé como se sienten los guionistas de perdidos. Espero que mi final no resulte tan lamentable.
    De todas formas te agradezco las ideas. Son buenas, como todas las tuyas, y desde luego que las apuntare.

    Lo que nunca me convenció de “Pedrícese el mundo”, aunque sé que le cogiste bastante cariño a tu personaje, es lo que ocurrió después de que el protagonista fuera capturado. Aunque podríamos tener un amplio debate sobre la culpabilidad de la sociedad en la locura de un individuo, (en el que yo te daría la razón en muchos aspectos) un psicópata siempre debería tener un final muy concreto. Pero el final alternativo también estaba bien.

    A lo mejor si es buena idea que publiques por entregas “Pedrícese el mundo”, en lugar de… lo mío (no sé como llamarlo). Aunque si eres consecuente con tus planes, no sé si daría tiempo. Con respecto a mi historia, quién sabe, a lo mejor me da por terminarla, y a lo mejor me da por pasártela. Sé que lo leerías con interés. Pero me temo que las cosas son como son.

    Con respecto a lo tecnológico, bueno, no me gustaría decir ninguna barbaridad, ni parecer una guionista de serie B, aunque tampoco pretendo ser Julio Verne.
    De todas formas continuare un poquillo con mi historia, y para ello me gustaría pedirte un favor, si puede ser. Y es que me prestes uno de tus personajes, concretamente al mujeriego capitán Kuk, que me viene al pelo para las naves exploratorias, aunque todavía no sé que actitud darle.
    Pero aclaro que mi favorito es Campillo. A ver que dices en tu próximo cuento sobre él.

    • Isma dijo:

      Ahí va una idea vaga más: Las situaciones o personajes contradictorios suelen ser muy sugerentes. Siempre son muy socorridos para dar color a una historia.

      Sobre el destino del protagonista de «Pedrícese el mundo», admito que no me atraen las historias donde todo ocurre conforme a la moral establecida. Por ejemplo, me irrita que en las películas de acción o de terror siempre acaben muriendo todos los personajes que han hecho algo malo. Eso no sólo hace las historias mucho más previsibles, sino que es completamente irreal, el mundo no es así. Abusar de esa moralina previsible mata las sorpresas, y encima hace que las historias no sean creíbles. Me creo más los buenos si son un poco malos, y los malos si son un poco buenos.

      Por supuesto que me leeré cualquier cosa que me pases y te daré mi humilde opinión. Eso sí, no soy un lector estándar, así que no te tomes al pie de la letra mis opiniones si buscas maximizar el número de personas a las que les guste la historia. 😉

      Utiliza al personaje que quieras de mis historias, será divertido que les devuelvas a la vida. 🙂

  5. Yohana dijo:

    A lo mejor debieras tener más cuidado a la hora de publicar tantas ideas…pero me quedo con la pauta. Veré lo que puedo hacer.

    Con respecto a Pedro, el «problema» que yo tengo con él, no es que haya hecho cosas buenas o cosas malas, no es que le cieguen los sentimientos, ni que se haya equivocado, ni que merezca por ello otra oportunidad. El problema es que es un psicopata sin sentimientos. Una persona disfuncional en una sociedad.

    Podría llevarme tiempo escribir alguna cosilla más de este cuento, aunque ya llevo alguna continuación. Pero te lo pasaría si no te roba mucho tiempo, y si me prometes que no lo vas a publicar. A lo mejor mis escritos requieren mejoras que quedan fuera de mi capacidad.Y tampoco quiero dar una imagen a tus personajes distinta de la que pretendias.

    • Isma dijo:

      Las ideas que puse en mi comentario anterior no fueron más que elucubraciones improvisadas sobre la marcha (ninguna está incluida entre los guiones que tengo apuntados para cuentos futuros), pero puede que tengas razón. Quizás debería eliminar, en éste y otros posts anteriores, ciertos comentarios que hemos intercambiado últimamente con ideas muy concretas para escribir nuevas historias. Puede que lo haga.

      Pedro piensa que eliminar otros Pedros es eliminar una parte indeseable de sí mismo. Lleva la metáfora de su mundo al límite: si los demás son también él, entonces matarlos no es hacer daño a otros, sino combatir una faceta de sí mismo. Considera que las normas de un mundo normal no rigen en aquel mundo peculiar y absurdo. Quizás reniega de la adolescencia idolatrada por los pedristas, que asocia con el fracaso, o quizás odia que un mundo homogéneo sea convertido en más homogéneo aún voluntariamente. La perversión moral que yo quería plantear reside en que, en el fondo, el lector admite que tiene parte de razón. Quería que el lector se sintiera algo perverso por sentir comprensión e incluso cierta identificación hacia el protagonista. Una sensación ambivalente similar ocurre en el final de «El verdugo», de Berlanga. El espectador se encuentra a sí mismo sonriendo en la escena final, y entonces se dice a sí mismo «un momento… ¿cómo es posible que me esté sonriendo viendo una situación así?». Siempre me han llamado la atención las situaciones que inducen un «shock moral» en el espectador.

      Pásame lo que quieras que lea y te cuento. No colgaré nada aquí mientras no me digas lo contrario.

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